La necesidad de vivir acompañada

El pasado fin de semana tuvieron lugar las vacaciones de la Diaconía de los universitarios de CL en Barcelona, donde participaron jóvenes de Madrid y Barcelona, y un grupo que vino de la Universidad Statale de Milán, de las facultades de letras. Yo no pertenezco a la diaconía, pero en estos viajes se da la oportunidad de invitar a otras personas y yo era una de ellas. Aunque al principio la idea no me atraía del todo, decidí aceptar la invitación.

El viaje en sí fue muy bonito y sencillo a la vez. No es que hubiera pasado nada extraordinario ante mis ojos, pero la facilidad con que se daban las cosas no era obvia para mí. Por cómo soy no me es fácil estar con mucha gente que no conozco, me hace sentir intranquilidad. Pero ante esas personas que estaban allí para acompañarse durante un fin de semana, añadiendo toda la belleza que nos envolvía, mi corazón estaba tranquilo, como quien se encuentra en casa.

Visitamos diversos lugares como la Sagrada Familia, el Barrio Gótico y el MNAC; todos lugares que yo ya conocía y que había visitado. Pero me quedé asombrada al entrar en Santa María del Mar. Nos guio Andrea, antigua profesora mía en Bachillerato, con la que yo ya había visto dos veces la iglesia, y tenía una gran alegría por poderla volver a ver con ella, pero realmente no era consciente de lo que había allí y que yo ya había visto. Al entrar me asombró su belleza y en ese momento se me hizo evidente por qué a Andrea le apasiona tanto esta iglesia. Pero a la vez me sentía pequeña por mi olvido, yo ya había visto esa belleza. Pero al entrar todo lo que yo ya sabía se quedó pequeño. Había una desmesura que yo no había contado, esa belleza yo la había visto y no la recordaba.

También pudimos disfrutar de una gran belleza en las noches de cantos y en las comidas a una sola voz. Es verdad que todo esto era algo sencillo, pero no era algo que pudiera dar por descontado. La familiaridad con la que se daban las cosas ha sido muy interesante porque no nos conocíamos y sin embargo nos acompañábamos con lo que habíamos vivido durante el día.

Ya el último día, cuando volvía hacia casa, no podía dejar de pensar en esta compañía. Me encontraba en las cosas que hacía como distraída, buscando esos rostros que durante el fin de semana habían estado allí, intuyendo que necesitaba esa compañía para estar presente en las cosas, que estaba necesitada de ser acompañada en cada cosa. Desde visitar un monumento a jugar en la playa. Esas personas que no conocía de nada me han hecho despertar un gran deseo de vivir acompañada todas las cosas.
Clara (Barcelona)