Es bueno que tú existas

Para proteger al no nacido y a la mujer embarazada
Comunión y Liberación

1. “¿Podré ser feliz con un hijo inesperado? ¿Puedo rehacer mi vida con un hijo que no he deseado? ¿Seré capaz de afrontar el sacrificio y las dificultades que implica? ¿Seguiré siendo libre?”. Son preguntas que muchas mujeres se plantean ante un embarazo imprevisto.
Ante estas preguntas, muchas veces la mujer está sola, abandonada a su suerte. No encuentra un contexto humano que la abrace y que valore positivamente la vida que lleva en su seno. La sociedad quiere “desembarazarse” del problema y deja a la mujer sola, abocándola al aborto. Y se trata de una soledad profunda, pues nace de la ausencia de significado. Dar a luz es introducir en la vida y para ello se necesita un porqué.
Lo que más desea una mujer, su primer “derecho”, no es “quitarse de encima” una vida molesta sino amar y ser amada, de tal modo que pueda acoger con el mismo amor el hecho imponente de una nueva vida que crece en su seno. Cuanto más se subraya abstractamente el derecho de la mujer a decidir sobre su cuerpo, más se la abandona a una soledad contraria a su misma naturaleza. Nuestra experiencia nos dice que somos libres cuando amamos y somos amados, es decir, cuando estamos necesitados y dependemos del afecto de otro. (...)