Enrique Arroyo (Foto: Jesús Ángel Pindado)

«Llevamos un tesoro en vasijas de barro»

La carta de Enrique Arroyo, nuevo responsable de Comunión y Liberación en España
Enrique Arroyo

Queridos amigos:
Como sabéis, la diaconía de la Fraternidad ha propuesto que sea el responsable del movimiento en España. En este último tiempo no puedo dejar de tener presente lo que hemos podido ver estando con Carras: la disponibilidad permanente a la iniciativa de Cristo en su vida y la conmoción por la fuerza y la belleza que de ahí nacían, ya fuera aceptando una gran responsabilidad con 82 años, acogiendo a todos los que acudían a él o asumiendo la enfermedad y la muerte como un momento privilegiado de la vida como vocación.

El camino vivido en estos años nos permite reconocer a todos, cada vez con más gratitud, que la comunión es fuente de liberación. Por eso, sé que no estoy solo, no estamos solos, estamos juntos dentro de esta gran responsabilidad. Poco antes de morir, al comentar con Carras la belleza de estar juntos participando de esta comunión, me dijo ya con un hilo voz: «Juntos, en Cristo». Es cierto, la unidad en toda relación y dentro de cualquier situación, pese a nuestro límite y pecado, es posible porque Cristo ha hecho de nosotros ya una sola cosa.

Con todo esto en mis ojos, pese a la resistencia que pueda nacer al mirar mis evidentes limitaciones, renuevo mi disponibilidad a lo que el Señor quiera hacer a través de esta propuesta. La vida se nos da para colaborar en la construcción de la obra del Señor a través de las circunstancias con las que nos llama a cada uno. La apertura de la fase testimonial de la causa de beatificación de don Giussani nos hace más conscientes a todos de la gracia que tenemos de vivir cada día dentro de esta gran compañía vocacional en la que Cristo acompaña nuestra vida. Ciertamente, llevamos un tesoro en vasijas de barro. Por eso, me ayuda a vivir este momento tener presente lo que nos dijo don Giussani ante el papa Juan Pablo II y ante toda la Iglesia, el 30 de mayo de 1998: «El verdadero protagonista de la historia es el mendigo: Cristo, mendigo del corazón del hombre, el corazón del hombre mendigo de Cristo».

Os pido que me acompañéis en esta tarea y que perdonéis las muchas limitaciones personales y errores que puedan ser obstáculo en nuestro camino común. Nada nos puede separar del amor de Cristo. Estoy a vuestra disposición. No dejéis de rezar por mí y por el movimiento.