Fotograma de "Hipanoamérica, canto de vida y esperanza"

Hispanoamérica, la película

Un viaje por la historia que nos une al continente hispanoamericano en un documental del cineasta José Luis López Linares
Antonio Flores*

El pasado viernes 10 de mayo, la asociación cultural Aquí y Ahora organizó junto con las asociaciones Doncel y Jovial Cetáceo una sesión privada para ver la película Hispanoamérica, canto de vida y esperanza. Asistieron 350 personas. La sala de cine llena hasta los topes. ¿Para ver el estreno de una película de superhéroes? ¡Qué va! Para ver un documental que lleva ya varias semanas estrenado en la gran pantalla.

Se trata de una película producida por José Luis López Linares, director que sorprendió hace un par de años con otro documental, España, la primera globalización, que ponía el acento en aspectos poco conocidos de nuestra compleja y emocionante historia.

Se hace difícil explicar el cúmulo de sensaciones que produce. La primera es la impactante belleza de la fotografía. Los paisajes que reflejan una naturaleza soberbia e indómita, en la que nuestros antepasados dejaron su perdurable huella. La exuberancia de las ciudades hispanas con esa soberbia arquitectura mestiza, que refleja el alma mezclada de quienes la diseñaron y ejecutaron. El arte virreinal, que no colonial. Porque otro hallazgo de la película ha sido poner de manifiesto que las Indias no fueron colonias, sino una parte imprescindible de un imperio pluricontinental y multioceánico.

Impresionan especialmente los recorridos visuales por los templos hispanoamericanos. Un barroco tremendista que produce un asombro panorámico antes de rebajar la mirada a los detalles en los que vuelve a reflejarse la naturaleza mestiza de nuestra civilización. Y cuya riqueza evidencia, como dice uno de los personajes entrevistados, que la mayor parte de la plata extraída de las minas no cruzó el Atlántico hacia la metrópoli. Se quedó allí. Para edificación y disfrute de la gente de allí. Con independencia de su raza y condición.

La banda sonora contribuye intensamente a sumergir al espectador en el relato cinematográfico. Está centrada en la música indígena. Una música original y poderosa de ritmos autóctonos y cantada tanto en latín como en español. Sin desdeñar tampoco a las lenguas indígenas americanas.

Pero estas impresiones sensoriales no bastan para explicar lo que aporta la película. Porque también incluye un recorrido intelectual extraordinario. Un recorrido que tiene un carácter cuasiconceptista: frases cortas e impactantes, párrafos breves pero significativos. Parecería que el propio Baltasar Gracián ha ejercido de guionista de las intervenciones orales. Breves comentarios que aporta todo tipo de gente. Desde la potencia pensadora de intelectuales de relumbrón hasta la certera agudeza de protagonistas sencillos.

Participan historiadores prestigiosos como Marcelo Gullo, Enrique Kauze, o Carmen Iglesias, directora de la Real Academia de la Historia. Entre otros procedentes de ambos lados del charco. Y también musicólogos, investigadores, expertos en arte… Junto a ellos se da audiencia a indígenas bolivianos, músicos mejicanos, guías de monumentos. Unos y otros tienen palabras adecuadas que pronunciar.

Esta potente propuesta presenta un modelo de civilización extraordinario. Con multitud de facetas, aunque resalta las tres que unifican y dan coherencia. Son un idioma: el español; una religión: el catolicismo; y un factor humanista definitivo: el mestizaje. Entre las tres componen el magnífico friso de un fenómeno que se expresa desde el origen de la empresa americana: la acogida. La aceptación del diferente como igual. Que no deja de manifestarse en toda la película. Pero que alcanza su cenit en los matrimonios entre indígenas y españoles, alentados por la incomparable Isabel de Castilla.

La película finaliza con un avemaría. Un avemaría entonado por una india de voz maravillosa frente a un paisaje en el que resuena lo universal. Y que proclama la inmensa influencia de la Virgen María en el corazón de los hombres y mujeres que han venido protagonizando esta historia. Una historia que no se explica sin la fuerza espiritual que contiene. La del Resucitado que arrasa fronteras y mueve corazones. Y que se visualiza en la escena que capta el asombro de los tlaxcaltecas. Cuando ven a Cortés, el poderoso conquistador, arrodillarse y besar los andrajos de Motolínia, el humilde franciscano enviado a evangelizar Méjico.

Tras la proyección se realizó un breve, pero interesante coloquio en el que Juan Orellana entrevistó al director y a Javier Restán, profesor universitario y experto en temas de Hispanoamérica. La conversación puso de manifiesto las claves de la película cuyo objetivo es hacer visibles realidades tanto históricas como actuales que están siendo progresivamente censuradas por la cultura dominante. Conviene ir a ver esta película mientras se pueda, apoyar estas cosas tienen algo de rebeldía porque escapan del sopor que envuelve a la corrección política.

*Asociación Cultural Aquí y Ahora