De izquierda a derecha: Teresa Díaz, Jorge Prades y Luca Sommacal

Acogida: un corazón abierto a la realidad

La acogida es una dimensión ideal de cualquier relación humana. Un diálogo con el presidente de Familias para la Acogida
Juan Orellana

Con este título tuvo lugar en Madrid el pasado 8 de marzo un encuentro público organizado por la asociación Familias para la Acogida. El acto central consistió en una intervención de Luca Sommacal, presidente de Famiglie per l’Accoglienza, asociación italiana nacida en Milán en 1982 y que es la matriz de referencia de la homónima española. Moderó y presidió el acto Jorge Prades, Presidente de FpA en España.

La intervención de Luca, dirigida a un público muy dispar, se desarrolló en torno a tres puntos muy claros y pedagógicos: una introducción sobre la naturaleza de la acogida, el testimonio personal de la propia experiencia familiar de Luca y la presentación de algunas iniciativas relevantes de Familias para la Acogida.

Luca comenzó constatando que el título del encuentro le había ayudado a profundizar en su propia experiencia. Un título que define la acogida con tres palabras esenciales: corazón, apertura y realidad. Tres palabras que aluden a sendas experiencias que se dan a la vez, unas dentro de otras y que definen la vida de cualquier persona. Porque la “acogida” es una dimensión ideal de cualquier relación humana, forma parte de la cotidianidad de cualquier relación. Por eso la asociación FpA, más allá de acompañar a familias que hacen acogimiento o adopción, es una realidad que ayuda a mirar y entender mejor todas nuestras relaciones.

La primera palabra, “corazón”, se refiere sobre todo a una relación. Lo que define nuestro corazón, es decir, nuestro “yo” más profundo, es una relación. El “yo” toma conciencia de sí mismo cuando entra en relación con los demás y con Dios. Y la palabra ideal que define esta relación es “amor”. Un corazón que vive de esta relación es libre, no tiene miedo, se atreve a correr riesgos, es desprejuiciado, es como un niño que camina seguro agarrado de la mano de su padre o de su madre. En resumen, es un corazón “abierto”. Abierto ¿a qué? A la realidad. He aquí la tercera palabra de la definición. Solo acoge un corazón que está abierto a la realidad. Y la realidad incluye encuentros, alegrías, pero también dolores y heridas, y por tanto, el corazón que acoge no tiene miedo a mancharse las manos. Sin embargo la última palabra no la tiene el mal, sino el florecer de lo humano, la resurrección. Y, concluía Luca, en la asociación somos testigos de estas experiencias de nuevo inicio que suceden permanentemente a nuestro alrededor.

En la segunda parte Luca abordó su relato personal. Lleva 27 años casado con Gabriella. En los primeros años de matrimonio no les llegaba ningún hijo, y empezaron a ofrecer su casa a amigos o conocidos que, por motivos de trabajo o de otra naturaleza, necesitaban un lugar donde vivir en Milán. Se habituaron a tener su casa abierta a estas necesidades, pero lo que les permitió hacer un juicio más profundo sobre esa experiencia fueron dos cosas: la lectura del libro El milagro de la hospitalidad, de Luigi Giussani (Ed. Encuentro, 2006), y la relación con dos amigos, Alberto Piatti –que fue muchos años presidente de la Fundación AVSI– y Alda Vanoni –juez de menores y primera presidenta de FpA–. Alda fue la que les planteó a Luca y a Gabriella por qué no extendían esa hospitalidad que ya vivían a la acogida de menores tutelados. Y empezaron un camino que llevó a la adopción de Mateo, que ya ha cumplido 22 años. Al año de adoptarle, Alda Vanoni les sugirió que contactasen con Giorgio Cavalli, de FpA, y así comenzó la historia de Luca con la asociación. Cuatro años después llegó por fin una hija biológica, Miriam, que ya tiene 17 años. Pero la familia Sommacal ha seguido abriendo su casa a diversas necesidades. La última chica que han tenido viviendo en casa procedía de una familia muy problemática. Luca y Gabriella la esperaban todos los días para cenar, pero ella jamás llegaba a la hora. Un día, cuando llegó, se echó a llorar: «Nunca antes nadie me había esperado para nada». Esta chica fue haciendo un juicio sobre la experiencia que vivía con los Sommacal. Después de un tiempo les dijo que ella, por su propia historia, jamás se había planteado una relación de pareja, pero que viendo a Luca y a Gabriella había comprendido que se puede amar y discutir a la vez, que siempre se puede volver a empezar. Hace un año esta chica se ha casado.

Por último, Luca expuso en qué consiste FpA, una red de familias que se acompañan en sus diversas experiencias de acogida (acogimiento, adopción, hijos con discapacidades, acogida de ancianos…). Pero también la asociación propone a la sociedad la acogida como un bien que es posible para todos. En este momento hay 2.800 familias asociadas en Italia y fuera de ella. La asociación también cuenta con 13 casas-familia (casas de acogida gestionadas por familias). La asociación no tiene un “plan estratégico”, sino que responde a las necesidades que llegan. Para concluir, dos ejemplos. En 2013 hubo un fatídico naufragio en Lampedusa en el que murieron 360 inmigrantes. El Papa pidió ayuda y muchas familias, a través de FpA, dieron su disponibilidad y acogieron en su casa a jóvenes inmigrantes supervivientes del naufragio. Otro caso: en 2014 estalló la guerra civil del Donbás entre Ucrania y los separatistas prorrusos. FpA puso en marcha una iniciativa para acoger en familias durante el verano a niños huidos de la guerra, y cuyos padres estaban en el frente. Esa experiencia fue tan buena que continuó con los años, pasando de cinco a setenta familias acogedoras. En Ucrania conocen a estos niños como “los hijos de la esperanza”. Ahora con la invasión rusa de Ucrania, el proyecto se ha redimensionado: 800 familias italianas han dado su disponibilidad y de momento se ha podido acoger a 300 familias ucranianas. Un sacerdote ortodoxo ucraniano que colabora con el proyecto desde Ucrania afirma: «Nosotros ya vivimos de hecho la unidad entre católicos y ortodoxos».