Humano, todavía humano

Higinio Marín propone la razón como método para mirar la existencia, pero no para medirla. Y así nos muestra que lo importante no es tener la razón, sino saber usarla para tener una vida buena
Pablo Pardo Santano

Se cuenta de Newton que tenía auténtica aversión a publicar sus investigaciones por miedo a las críticas y que, en alguna ocasión, aseguró que escribía de la forma más compleja que podía para así asegurase de ser entendido solo por aquellos que tuvieran una inteligencia semejante a la suya. Cosas de sabios. Por fortuna, Higinio Marín es un sabio de otro tipo y no solo no tiene reparos en compartir su conocimiento, sino que hace un esfuerzo por ponerlo a disposición de todos aquellos interesados en él.

Humano, todavía humano es un libro lleno de contradicciones en el que se consigue un equilibrio extraordinario, ya que es capaz de lograr lo positivo sin caer en lo negativo en cada una de ellas. Es un libro de planteamiento sencillo, pero de contenido profundo; resulta fácil de leer, pero provoca hondas reflexiones; contiene muchas afirmaciones memorables, pero no es un texto sentencioso y, a la postre, acaba siendo una obra erudita y a la vez coloquial. Un libro que te sienta a la mesa con un amigo sabio para charlar sobre la vida y sus asuntos. Y no es este un efecto casual o indeseado, ya que Marín, filósofo y profesor de antropología en el CEU Cardenal Herrera, advierte desde el prólogo que se trata de una obra en la que no quiere cargar con la «impedimenta académica» pero sí «abordar comprensivamente la vida y el mundo en el que vivimos». El autor usa las paradojas con maestría y así, ensayo tras ensayo, entendemos que la rebelión ante la fatalidad es una añoranza del paraíso; que la búsqueda de la originalidad nos dificulta conseguirla; que la vocación o la amistad no se eligen, sino que son situaciones que nos pasan y a las que somos llamados; que el amigo nos hace compañía sin quitarnos la necesaria soledad; que la casa permite preservar la familia, la soledad ¡y la amistad!, o cómo un árbol puede ser el de la salvación convirtiéndose en “la cruz” y a la vez ser el origen del mal en los racismos nacionalistas.

Marín analiza, disecciona e ilumina las palabras como un lingüista perspicaz y, a partir de ahí, desarrolla un breve ensayo sobre alguno de los temas que configuran el libro. Así, la cotidianeidad de la vida va desfilando por las páginas en forma de “La casa”, “La playa”, “Los árboles”, “La amistad”, “La piel”, “Vocación”, “La fatalidad”, “La presencia”, “Lo viejo y lo nuevo”… y hasta “Los zapatos de tacón”. Cuestiones aparentemente triviales que dejan de serlo cuando la mirada del autor se posa en ellas. En cada pieza aparece la sabiduría del filósofo y la pedagogía del maestro, de manera que la escritura clara y casi “sonriente” no entra en contradicción con las múltiples referencias a los más diversos autores, populares y eruditos, que desfilan por las páginas del libro. Referencias que van de Víctor Hugo a Nietzsche, de Houellebecq a Churchill, de Platón a Octavio Paz o de Wittgenstein a Tolkien entre muchas otras. Este breve libro se puede leer de un tirón, como quien quiere pasar un día dialogando sobre la vida en compañía de un maestro, o puede tomarse en píldoras, eligiendo uno de los ensayos y dedicando tiempo a releerlo y a profundizar en él, bien siguiendo las referencias que aparecen en el texto, bien meditando sobre las ideas que el autor plantea. Sea cual sea la opción elegida, al acabar el libro uno siente que respira con más profundidad y que mira la vida con más agudeza.

En la mirada de Marín hay sabiduría y humanidad, lo que le permite observar la realidad con sentido crítico, pero también con una esperanza que se trasparenta en cada ensayo. En un momento histórico en el que las alternativas que nos ofrecen son usar la pura razón como la única medida de la realidad, o despreciarla por completo ante la primacía de lo subjetivo, Higinio Marín propone la razón como método para mirar la existencia, pero no para medirla. Y así nos muestra que lo importante no es tener la razón, sino saber usarla para tener una vida buena.