Luis Prades. Foto: Elena Montoya

«Cuando uno vive intensamente aflora la propia humanidad»

Publicamos la entrevista íntegra con el músico Luis Prades sobre la llegada de la Inteligencia Artificial al mundo del arte a raíz de una conversación que empezó en la revista Huellas de febrero
Marta Báez

¿De dónde parte tu arte, tu gusto por la música y tu creatividad?
Todo parte de una pasión especial por la música recibida de forma gratuita desde muy pequeño y que fue siempre acogida y acompañada en el ambiente de mi familia, sobre todo por mi abuelo materno, un apasionado melómano de la música clásica que ha seguido continuamente mis pasos en el mundo de la música, y mis padres, que me han dado en todo momento lo que necesitaba para que lo que empezó siendo un gusto madurara y pudiera llegar a ser una forma vocacional.

¿Qué se mueve dentro de ti cuando compones, diriges o interpretas?
No siempre es fácil conectar con uno mismo cuando se hace música, porque muchas veces nuestra conciencia está puesta más en lo que uno hace y cómo lo hace (la técnica y los aspectos básicos de la música) que en lo que uno verdaderamente busca cuando lo hace, es decir, la música con toda su profundidad y potencia. Para poder conectar es necesario haber trabajado y asimilado ciertas cosas, de forma que sea más fácil buscar lo que uno realmente busca y encontrarlo. Por eso no es fácil conectar, pero cuando se conecta se mueve todo dentro de mí, porque lo que ocurre es una correspondencia entre lo que late dentro de una obra y lo que late dentro de mí, a veces traducido en emociones, pero también en deseos y hasta peticiones.

¿Cuáles son tus fuentes de inspiración?
Diría que la principal fuente de inspiración es el encuentro en primera persona con la propia vida, con la realidad, porque cuando uno vive algo intensamente aflora la propia humanidad. Una simple mirada de afecto de una persona querida, una conversación imprevista, un paseo por el barrio… pueden despertar la inspiración, las ganas de tocar o dirigir, de expresarse. La realidad que encuentro simplemente saliendo de mí mismo y de mi propia burbuja de trabajo y preocupaciones tiene muchas fuentes sencillas y pequeñas de inspiración. Obviamente, también están las grandes fuentes, que yo personalmente encuentro en unas pocas personas preferidas y en la grandeza de la naturaleza, que me recuerdan con más fuerza para qué estoy hecho.

¿Cómo crees que puede llegar a cambiar la Inteligencia Artificial la forma en que se crea, se aprecia y se disfruta la música?
Soy quizá un poco escéptico en cómo la IA pueda cambiar radicalmente la creación artística, concretamente la musical. Evidentemente es un instrumento privilegiado para generar ideas en un momento en que el panorama musical parece estancado en un cúmulo de diferentes posibilidades estéticas y estilísticas en el que es difícil encontrar la originalidad. Sin embargo, y aunque este momento histórico tiene sus peculiaridades, no es la primera vez que se da este estancamiento. Y en otras ocasiones fue precisamente la intervención puntual de figuras humanas, compositores dotados de un talento especial (“genios”, pienso por ejemplo en Beethoven o Debussy), los que en otros momentos de aparente estancamiento o saturación de los lenguajes existentes encontraron caminos, rumbos y posibilidades que eran inconcebibles hasta entonces y que permitieron a la música transformarse y evolucionar, pero manteniendo su esencia comunicativa. No necesitaron nada más que su propia búsqueda, su propia humanidad, su talento, su conocimiento y su tiempo.

La IA está demostrando ser una herramienta de trabajo para músicos y compositores. ¿Qué valoración haces de la irrupción de la inteligencia artificial en nuestro tiempo y, en concreto, en la música?
En relación con lo anterior, habría que preguntarse si el producto musical de una IA puede tener el alcance de la obra entera de un compositor como Beethoven, con todo lo que aportó y lo que supuso para la historia de la música e incluso de la humanidad. La IA es muy útil como herramienta técnica porque puede analizar los patrones estilísticos que definen el panorama musical actual y generar a partir de ellos ideas interesantes o incluso encontrar posibilidades nuevas (a partir de lo que hay, encontrar lo que puede faltar). A la velocidad a la que se mueve la sociedad hoy en día, contar con herramientas así es un privilegio. Sin embargo, hay rasgos que diferencian a las artes de otros ámbitos. Nombro dos que veo fundamentales en la música y que creo que ninguna IA podría suplir actualmente. Primero, la necesidad de la personalidad del autor, de la plena implicación no solo de los medios (técnicos, musicales…) de los que el autor dispone, sino de la persona entera. La obra de todo autor es un reflejo no solo de una habilidad, sino de una humanidad viva, capaz no solo de entender o captar la realidad, sino de cambiarla. La música tiene personalidad, identidad, tanto es así que puede reconocerse a un compositor en la escucha de una obra sin saberse con precisión de qué obra se trata, y hasta puede intuirse cómo era el carácter de un compositor o cómo estaba en un determinado momento de su vida a partir de algunas de sus obras. Segundo, que la consistencia de las artes se encuentra en una comunicación que implica los aspectos más definitorios del género humano: preguntas, deseos, emociones, etc. El interés, por tanto, de una idea musical, no se encuentra en sí misma, sino en aquello que refleja y de lo que es signo. Aquí cabría preguntarse si la IA es capaz de generar por sí misma ideas verdaderamente artísticas, con todo lo que hemos visto que implica el arte, y no simples ideas musicales o sonoras, por muy interesantes, orgánicas y lógicas que sean. De hecho, si una IA logra generar algo con una dimensión emocional o humana, es porque lo ha aprendido de sus análisis a otros compositores, pero no porque lo aporte ella como identidad única, irrepetible e inimitable en el mundo.

¿Serías capaz de distinguir una obra compuesta por una persona de una obra creada a partir de Inteligencia Artificial?
Vista la enorme complejidad y variedad musical que hay hoy en día en el mundo de la música, creo que no podría diferenciar una obra compuesta por una persona de una obra compuesta a partir de una IA en una primera audición. Quizá a través de un trabajo de análisis y profundización sería posible (que no seguro) acercarse a descubrirlo, pero es difícil sabiendo que la música se codifica en un lenguaje sonoro abstracto y que, por ello, es muy subjetiva. Los aspectos más técnicos de la música son concretos, audibles y definibles, pero los aspectos que van a lo musical, lo emocional e incluso lo espiritual no se pueden conocer con exactitud salvo que esté el compositor delante para explicar su obra. En esta subjetividad la posible autoría de una IA estaría más protegida.

A tu juicio, ¿qué carencias pueden tener las obras creadas a partir de IA generativa, que parte de patrones aprendidos?
Pese a todos los beneficios que puede traer la IA a la creación musical, creo que esta puede generar obras interesantes, con buen material, con una organicidad y cohesión internas, con estructura… pero que difícilmente alcanzarían una trascendencia cultural o histórica (no me refiero a una fama puntual, sino a algo que resista el paso del tiempo). Para mí, la posibilidad de una trascendencia cultural o histórica se apoya más en un contenido humano verdadero de una obra.

¿Crees que la sociedad podrá llegar a vibrar o emocionarse de igual modo ante obras creadas a partir de IA que ante una obra creada por una persona?
Creo que la sociedad actualmente ya podría vibrar o emocionarse ante obras generadas a partir de IA. Pero lo hará sin saber de dónde procede la esencia humana de aquello que escuchan, que es seguramente de otros compositores, pero no de la propia IA. Este es un punto interesante, porque a estos motivos puede achacarse que los propios compositores también son inteligencias que estudian patrones musicales de su tiempo y del pasado y codifican con ellos ideas nuevas. Cabe preguntarse aquí que, si todo es generado a partir de algo previamente recibido, qué es entonces la novedad, la originalidad en el arte. Sigue habiendo una diferencia con la IA, que es que el análisis de ideas existentes y la codificación de otras nuevas que realizan los compositores no es un proceso en sí mismo, sino un impulso en el que intervienen factores mayores de la vida humana, entendida como vocación, búsqueda y cumplimiento. Si en la vida no están presentes estos factores humanos, entonces la creación artística de una persona y la de una IA no son distintas.

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Si entendemos el arte como una vía de comunicación, de transmisión de mensajes, de emociones y de belleza entre el artista y el individuo a través de una obra, ¿qué papel jugaría el artista que utiliza la IA en su proceso creativo?
El artista es irremplazable por todas las razones que hemos visto anteriormente, porque lo que acaba por ser interesante en una obra artística sea cual sea su lenguaje, lo que puede conmoverme y removerme de verdad es la humanidad de quien la compone, que es la mía, y no tanto la música que plasma dicha humanidad. Puedo quedarme eternamente fascinado por lo bien que está hecha una obra, pero esa fascinación termina. Lo que en toda experiencia estética y artística siempre sucede, incluso cada vez con más fuerza, es el reconocimiento siempre bello y sorprendente de quiénes somos, cómo estamos hechos y para qué estamos hechos. Por lo tanto, la IA puede ser un medio muy útil, pero solo un medio que configura el medio. La música, el arte, no es el fin en sí mismo, es un medio.

¿Cómo hacer para que no se pierda la humanidad en el ámbito del arte si ya hay obras, composiciones y exposiciones que nacen de una suma de algoritmos y datos?
No dejando de preguntarnos qué es lo que realmente mueve la creación artística, la propia y la ajena, qué es lo que me mueve a mí a hacer lo que hago y lo que mueve al compositor de la obra que estoy escuchando o al pintor del cuadro que estoy contemplando. La humanidad es el motor del arte, es lo que me une a mí con un escultor griego del siglo IV a.C. y con un compositor del siglo XVI. Si la quitamos de la ecuación entonces solo está el arte como producto creativo de la capacidad humana, que es interesante, pero que tiene un límite. Porque la capacidad humana es limitada, pero la humanidad (la verdadera humanidad) forma parte de algo más, que es eterno, que no caduca.