«Cristo salvó al hombre engendrándolo como amigo»

Crónica de la presentación en Madrid del libro de Agostino Molteni, El pensamiento de Cristo. La lógica de la encarnación redentora según Charles Péguy
Tiziana Valendino

A finales de enero Agostino Molteni, llegado desde Concepción (Chile), aterrizaba en España para realizar un tour por Valencia, Barcelona y Madrid con el objetivo de presentar su libro El pensamiento de Cristo. La lógica de la encarnación redentora según Charles Péguy, de Ediciones Encuentro. El 31 de enero la cita era en el Colegio Mayor Universitario San Pablo de Madrid, con la presencia de Elio Gallego García, director de dicho colegio mayor, José Miguel Oriol, presidente de la editorial y encargado de la traducción del libro, acompañando al autor.

Toda la obra cristiana de Péguy se escribió desde su conversión en 1908 hasta que murió en 1914, cuando una bala, durante la Primera Guerra Mundial, le perforó la cabeza. Todos sus escritos de índole cristiana tienen varias fuentes, observa Molteni, como el catecismo escrito por el papa san Pío X para preparar a los niños para su primera Comunión; y en aquella época se repetían de memoria las preguntas con sus correspondientes respuestas: «¿Eres cristiano?». «Sí, por gracia de Dios». Otras fuentes fueron las sencillas oraciones del Ave María, el Padre Nuestro, el Stabat Mater, los signos litúrgicos y el breviario, porque Péguy leía el breviario. Por lo tanto, como subraya el autor, Péguy fue heredero del pensamiento que aprendió mediante el catecismo cuando era niño. Y la palabra “heredero” para nuestro poeta francés es muy importante porque solía hacer una diferencia –que también en la cristiandad moderna existe– entre alumno e hijo. Él decía que un alumno es solo alguien que repite lo que otro ha dicho, por tanto si es solo un alumno será eternamente una nulidad. ¿Quién es hijo? Para Péguy un hijo es un heredero, es decir, alguien que trabaja la herencia producida por un padre. Por lo tanto, para nuestro intelectual francés se debe descender por los caminos naturales de la filiación y no por los caminos de la escolaridad; porque la filiación significa volver a pensar lo que el maestro dice, y Molteni usa una palabra querida por Péguy: refrescar, dar una voz nueva, una resonancia nueva a una idea aprendida pero no repetida.
Nada de ideas ya hechas; Péguy definía a los que repetían una idea como los «intelectuales de la felicidad».

Luego Molteni entró en el núcleo del libro, afirmando que Charles Péguy decía de sí mismo que era un pensador, alguien que piensa, que tiene en alta estima al pensamiento; nada es tan importante y tan serio como el pensamiento. Siguiendo esta idea, se atrevió a entrar como pensador en el pensamiento de Cristo, pero no como un pensamiento ya hecho. Péguy nunca leyó un libro de teología. Según Agostino Molteni, estudiando el pensamiento de Cristo, Péguy añadió algunas novedades en el modo de pensar en Cristo. «La primera novedad es que tomó muy en serio lo que se dice en el Ángelus: “El Verbo se hizo carne – Verbum caro factum est”. Este factum est significa que Dios tuvo que hacer acontecer su cuerpo, no bajó del cielo con un cuerpo ya hecho. Como decían los Padres de la Iglesia, tuvo que “tejerlo, construirlo, habitarlo”. Ese fue el centro de su interés. Recordemos la frase de San Pablo: “El verbo habita corporalmente la totalidad de la divinidad”. Esta frase es extraordinaria: la divinidad habita corporalmente en el cuerpo que Cristo hizo acontecer (…). La lógica de la encarnación y redención según Péguy se entiende mejor cuando este retoma lo que dijo el profeta Isaías, es decir, que Cristo es como el brote, el retoño del tronco de Jesé. No se puede entender a Cristo si no se entiende su ascenso en este pensamiento hebreo, este pensamiento de la antigua Alianza».

Para explicar las razones, según Péguy, de la encarnación del Verbo divino, Molteni recuerda una frase del Libro de los Proverbios 8,31. «“Mi delicia –mi gozo, mi provecho, mi ganancia, mi felicidad– es estar con los hombres”. Esta frase significa para Péguy que Dios se enriquece del hombre, Dios añade algo a su ser Dios, es decir, si Dios no se hubiera hecho hombre, habría sido solamente Dieu – solamente Dios. Como él decía, ser hombre era el principio de placer de Dios».

Molteni relaciona ese principio del placer según Péguy a una frase de los Padres de la Iglesia que todavía repetimos en el pregón pascual. «“Admirable comercio – oeconomia salutis”. Es un “negocio” admirable que Dios se haya hecho hombre, aquí está la novedad de Péguy porque Dios ganó haciéndose hombre. De lo contrario, Péguy compara el Dios cristiano a los dioses griegos que son inmortales, no corren riesgos, bajan del cielo y cuando ven un peligro vuelven con sus carros divinos. ¡Cristo no! Péguy tiene páginas extraordinarias en las que escribe que si Cristo no hubiese muerto toda la encarnación habría sido un fraude; se habría engañado a sí mismo, al Padre y a los hombres. Si en el momento de la muerte se hubiera bajado de la cruz y hubiera escapado como los dioses griegos, no se habría enriquecido. Dice Péguy que la muerte es la prueba, el examen de grado de su encarnación; Cristo ha muerto porque, recordando a san Juan, “los amó hasta el extremo”».

Péguy se pregunta qué es la resurrección y según Molteni esta es la respuesta: «Péguy dice que Cristo resucitó porque pensó que para él era un provecho, una ganancia, una riqueza, un placer volver a retomar su cuerpo. En él había estado tan bien. Esto muestra el principio de placer, es decir, a Cristo le gustaba estar con los hombres, le gustó ser hombre y cuando en el Evangelio le acusaban de ser un borrachín, él sonreía. De hecho, definirá el paraíso como un banquete».
También se pregunta por qué Cristo ascendió al cielo y Molteni en su libro escribe: «Porque llevó en el seno de la Trinidad su gusto de ser hombre». El autor terminó la presentación de su libro explicando por qué, según el pensamiento de Péguy, Cristo quiso salvar al hombre. «Salvó al hombre porque quiso “engendrar amigos y no esclavos”. Péguy hace hablar a Dios y dice: ¿me interesa a mí ser amado por un esclavo sumiso? Describe la redención como una relación de amistad –una palabra muy poco usada–. Cristo salvó al hombre engendrándolo como amigo. No salvó al hombre imponiéndose, sino proponiéndose como socio, se propuso como conciudadano. Péguy dice que Cristo no vino a fundar una religión. No existe el cristianismo, existe Cristo, como dice Soloviev en el Diálogo del Anticristo: “Cristo y todo lo que proviene de Él”, es decir, la amistad cristiana, los sacramentos, la oración. Vino a fundar una ciudad, una sociedad. San Pablo dice: “vosotros sois colaboradores de Dios”, es decir, Dios quiere la colaboración del hombre».
El último punto de su intervención retomó el episodio del evangelio de la oveja perdida. «Cristo va a buscar la oveja perdida, pero si la oveja perdida no se hubiera dejado encontrar por Cristo, habría fracasado. La libertad del hombre, su “sí” permite que Dios no fracase en esta nueva sociedad, en esta ciudad nueva».