Cartel de la película "Teresa", de Paula Ortiz

«Decidme quién sois... si es que sabéis quién sois»

La cineasta Paula Ortiz aborda en su última película un apasionante diálogo de santa Teresa de Jesús con un inquisidor que bien podría ser su alter ego lleno de dudas
Juan Orellana

Ningún santo ha despertado tanto interés en los cineastas españoles posmodernos como Teresa de Jesús. Quizá se la ve como una mujer adelantada a su tiempo, una pionera del feminismo, empoderada frente a los eclesiásticos, o una precursora del psicoanálisis. Sea lo que fuere, se han fijado en ella. Recordemos la película de Ray Loriga Teresa, el Cuerpo de Cristo (2007), una personalísima aproximación a la santa que daba un sentido sexual a sus arrobos. La cinta, protagonizada por Paz Vega, caía en todos los desconocimientos de la historia que caracterizan la posmodernidad. Por su parte, en Teresa, Teresa (2003), el dramaturgo y cineasta Rafael Gordon partía de una premisa surrealista y sentaba a la santa abulense en un plató de televisión para ser entrevistada por una presentadora de moda. Isabel Ordaz y Assumpta Serna ofrecieron un duelo interpretativo muy sugerente que ponía sobre la mesa las grandes lacras de nuestro tiempo en beneficio de la cosmovisión trascendente de la santa.

Ahora ha tomado el relevo, con mucha altura, Paula Ortiz. Ella es una directora aragonesa de poco más de cuarenta años que, en su corta filmografía, ha demostrado una solidez artística tan personal que se la puede considerar una de las más importantes “autoras” del cine español actual. Hay dos cuestiones que saltan a la vista al revisar sus películas: su interés en personajes femeninos atrapados en el dolor de unas circunstancias no elegidas, y su evidente preocupación estética. Esto último probablemente tenga que ver con su trayectoria académica e investigadora en la universidad –es doctora y profesora– en el campo de las bellas artes y el cine.

Ambos intereses –mujer y estética– convergen clamorosamente en Teresa. En sus películas anteriores (De tu ventana a la mía, La novia, Al otro lado del río y entre los árboles) encontramos mujeres que, en distintos momentos de la historia, son víctimas de unas convenciones, costumbres o hechos sobrevenidos que les rompen por dentro, les hieren o les impiden ser felices. Paula Ortiz llega a Teresa de Jesús de la mano de un autor literario, como había hecho antes con García Lorca o Ernst Hemingway. En este caso hace una adaptación –muy libre, como siempre– de la obra teatral de Juan Mayorga La lengua en pedazos, a su vez basada en el Libro de la Vida de santa Teresa. Para preparar el film la directora y actriz se retiraron al monasterio de Toro y contaron con la colaboración del sacerdote aragonés Antonio Más, experto en santa Teresa.

Amos relatos –el teatral y el cinematográfico– se sitúan temporalmente cuando Teresa (Blanca Portillo) ha fundado en Ávila el monasterio de San José, donde no más de trece carmelitas viven su vocación con la mayor perfección posible. Entonces recibe la visita de un inquisidor (Asier Etxeandía) que ha venido para decidir sobre su futuro y el del convento. Para ello la somete a un severo interrogatorio, y en ocasiones la juzga injustamente y con dureza. A Teresa no le preocupa el veredicto, pues está cierta del Señor, pero sin duda está viviendo tiempos recios en su interior que no consiguen apaciguarla. Ha tomado decisiones queriendo secundar la voluntad de Dios pero ahora tiene dudas sobre si habrá sabido interpretarla correctamente.

En realidad, podemos entender el personaje del inquisidor como un alter ego de santa Teresa, su lado oscuro, la némesis de sí misma que hace cuentas con las acusaciones y oprobios que ha sufrido, así como con sus propias penas y cavilaciones. Incluso esa dialéctica con el inquisidor se puede ver como las tentaciones que le tiende su propio “demonio” interior. «Decidme quién sois... si es que sabéis quién sois», le pregunta capciosamente el inquisidor. Y santa Teresa calla, acongojada por sus dudas acerca de las decisiones que ha tomado para conseguir la fundación, tal vez desatinadas, y porque se encuentra abrumada por la oposición de sus hermanas carmelitas y la hostilidad de la ciudad abulense.

Pero la película no se limita al diálogo con el inquisidor –por cierto sostenido con textos originales del Libro de la Vida–. Teresa comienza con un sueño de la santa en el que el espectador intuye el nacimiento de su vocación contemplativa, de niña y de joven (Greta Fernández). Un sueño lleno de metáforas visuales que llevan a la protagonista de la contemplación de la belleza de la naturaleza al reconocimiento de la Luz que viene de lo alto. A partir de ese momento la conversación con el inquisidor se entrelaza con diversos flashbacks que nos asoman al pasado de Teresa, a sus experiencias, alegrías y aflicciones.

¿Qué aporta Paula Ortiz al texto de Mayorga? Su aproximación estética, que hace que lo intangible se exprese en la materialidad de lo artístico. Su escritura cinematográfica emparenta con la de Terrence Malick, y concretamente en este film también encontramos trazas de la Juana de Arco de Dreyer. La fuerza simbólica de las imágenes, los claroscuros, los entornos monacales –en especial el tramo final rodado en el claustro del monasterio de San Juan de la Peña– y unas piezas musicales atravesadas de la belleza del Misterio son elementos que contribuyen a dar hondura y altura al texto original. Elementos que de nada valdrían sin la interpretación memorable de Blanca Portillo, en uno de los mejores papeles de su carrera.

El conocimiento que tiene Paula Ortiz de santa Teresa es serio y erudito, pero le falta el conocimiento de la fe. Aunque el episodio se sitúa en un momento existencial de zozobra de la santa, el desarrollo hubiera sido más luminoso si la directora compartiera la experiencia radical del personaje, que es la fe. Ese Tú ante el cual y para el que Teresa vive no siempre está claro en el film, y muchos pueden interpretar que ella está sola ante la nada. No se trata de un reproche a la directora, que ha dado lo mejor de sí en esta gran obra, sino de una aclaración de por qué la película puede resultar incompleta en su retrato. Aunque a nuestro entender su película más lograda es Al otro lado del río y entre los árboles, que adapta un relato tardío de Hemingway, Teresa es una película memorable, que fue rechazada en el Festival de San Sebastián «por su temática».