Bocatas. ¿Qué nos arranca de la nada?

Una invitación le puso en marcha para empezar a hacer la caritativa, adentrándose así en un lugar de tanta belleza como dolor. ¿Pero qué puede sacar a esta gente de la nada? ¿Por qué puedo decir que hay esperanza para ellos?

Me acuerdo perfectamente de por qué empecé a ir a caritativa: no fue por una sensibilidad especial hacia el último o porque quisiera cambiar el mundo, sino porque mi hermano me lo propuso, una persona concreta en la que el atractivo de Cristo se manifiesta de una manera evidente para mí. Desde ese instante empecé a hacer un camino sobre lo que significaba esa tarde de la semana, y a aprender de las personas que daban su tiempo para estar allí, y curiosamente ese día de la semana se volvió sagrado para mí… y lo sigue siendo; no me imagino estar en otro sitio que no sea ese.

A pesar de esto, Bocatas siempre supone una gran lucha entre la belleza y el dolor. Quiero narrar dos acontecimientos que pasaron hace unas semanas y que los llevo muy adentro. Victoria es una mujer de unos treinta años largos, rumana, habla bastante bien el español y está enganchada a las drogas. Siempre que pasamos por su sitio se pone muy contenta, alegre de vernos y de estar con nosotros, me trata con mucho cariño. Una vez, hacia tanto frío en Barcelona que ni con abrigo te librabas de él. Cuando la vi, me acerqué a saludarla y ella me preguntó: «oye, ¿qué tal llevas el frío?». A lo que yo le respondí que a pesar de todas las capas que llevaba se colaba por algunos sitios. Acto seguido me agarró, y me empezó a acomodar el abrigo y la capucha para que estuviera más a gusto. ¡Con un amor y ternura inmensa me trató! ¡Cómo si fuera mi propia madre!



Hace unos años, cuando aún no me había encontrado lo más grande que me ha pasado en la vida, todo lo hacía por mí, era egoísta y ni de lejos pensaba que esto me pudiera suceder a mí. ¿Qué me ha pasado para que yo empiece a querer tanto y de esta manera? ¿Qué ha entrado en mi vida para tener esta mirada de ternura sobre el último? Me sorprende mucho porque es objetivo que antes no la tenía. ¿Por qué mi corazón se ensancha en este lugar y salgo nuevo de aquí? ¿Cómo nace una relación tan bonita entre dos personas a priori tan distintas y con vidas tan diferentes? Mentiría si dijera que en Bocatas no hay dolor, pues siempre acabamos la caritativa en el sitio donde están los últimos de los últimos, la narcosala, y ese lugar es donde más se me ha agarrotado el corazón.

El segundo hecho: una noche, P. y yo nos separamos del grupo para ir en busca de Victoria. La encontramos donde siempre, pero ella estaba distinta. Tenía los ojos tristes y perdidos, como si estuviera mirando a la nada que nos mil y una veces nos ha descrito estos meses Julián Carrón y, de repente, nuestras miradas se cruzaron. Ese momento no duró ni un segundo, volvió a mirar al suelo con esos ojos tristes que jamás había visto. No quería vernos, en ese momento no quería estar con nosotros. Todas las preguntas que le hacía las contestaba con monosílabos y lo único que deseaba era meterse el gramo que sujetaba entre las manos; estaba esperando su turno para hacerlo. El inmenso vacío le apretaba, y ese gramo era lo que le separaba de poder apagarlo y tirar esa noche.
Ese vacío que ella siente, esta espera de algo misterioso, yo también la tengo. Aquí nacen mil preguntas: «¿Qué tengo yo que me permite vivir esta espera con cierta alegría, sin querer apagarla? ¿Hay alguien que quiera a Victoria instante tras instante? ¿Qué clase de esperanza puede tener Victoria en ese momento si no se ha encontrado con lo que yo me he encontrado? ¿Puede tener esperanza?».

Me surge una gran paz sobre todo por la belleza y grandeza que veo en la relación con el último de los últimos; en especial, también, por la presencia de los voluntarios. Al principio iba a caritativa porque iba esa gente, y ahora sigue siendo un punto importante. Ante este sufrimiento, también veo estos rostros que me educan a no quedarme solo en el dolor, que me conducen la mirada hacia lo que está pasando entre nosotros. Somos un grupo muy peculiar, hay padres de familia, seminaristas, universitarios, un sacerdote… ¿Qué nos une? ¿Por qué damos nuestro tiempo de esta forma? Al fijarme en nosotros, estamos contentos incluso delante de tanta miseria Solo verlos ya es un punto de respiro grande. Pienso: «Delante de todo este sufrimiento hay esperanza, porque estoy con esta gente que me hace desear, que me hace amar mucho, que me ayuda a seguir conociendo la grandeza de mi vida, que me remite constante a Otro que me los ha puesto aquí».

La petición: hay una frase Giussani que dice que «en la medida en la que uno pida será atendido». Me da paz leer esto porque caigo en la cuenta otra vez de cuál es el método, de que nada depende de mí y que lo único que puedo hacer es ofrecer todo esto por la salvación de Victoria y del mundo, para que se encuentren con Él, que es lo más grande que me ha pasado. Más de una vez nos ha dicho Julián que lo mejor que podemos hacer por nuestros seres queridos es tomar nuestra vida en serio, ser responsables con lo que nos ha sucedido, entendiendo la responsabilidad como un responder a Otro en cada instante. Por cosas que me han sucedido, puedo afirmar que esta hipótesis se va convirtiendo poco a poco en certeza y sé que lo razonable entonces es fiarme, aunque me dé un vértigo grandioso.
Bocatas me ayuda a esto, a aprender a amar, a vaciarme de mí mismo para que pueda entrar Él.
Carlos Peró, Barcelona