Monseñor Juan José Omella, cardenal arzobispo de Barcelona

«La comunidad solo se da cuando uno ve en el hermano el rostro del Señor»

Homilía de Monseñor Juan José Omella, cardenal arzobispo de Barcelona, en la Eucaristía por el 15º aniversario de la muerte de don Giussani y 38º aniversario del reconocimiento pontificio de la Fraternidad de CL
Juan José Omella

Queridos Hermanos en el Señor:
Celebramos el día del Señor, el domingo.
Y me vienen a la memoria las hermosas palabras de los mártires de Abitinia (Túnez) en tiempo de la persecución de Diocleciano: «Sine dominico non possumus», es decir, «no podemos vivir sin celebrar el Día del Señor, sin celebrar la Eucaristía, sin la celebración del domingo».
Me pregunto si nosotros, que no somos perseguidos, no podríamos vivir sin el domingo, sin la Eucaristía.
Hoy estamos aquí celebrando con gozo el día del Señor, celebrando la Eucaristía. Momento gozoso y muy hermoso para todos y cada uno de nosotros. Aunque solo la celebrásemos con dos personas, es un encuentro gozoso, porque es el encuentro con el Señor.
Un monje que se marchó al desierto del Sáhara, en el Atlas, celebraba la misa él solo, antes del Concilio, cuando no se podía, cuando había que pedir permiso. En un libro decía lo hermoso que era celebrar la misa en aquella montaña, ofreciéndola por todo el inmenso continente africano y por aquel país musulmán.
Eso es lo que hacemos nosotros. En esta inmensa ciudad de Barcelona, hay un grupo de gente como vosotros que alaba al Señor y le da las gracias, y le pide que nos siga amando, y amando a esta ciudad y a todos sus habitantes.
En la Eucaristía nos alimentamos con la Palabra de Dios y con su Cuerpo Eucarístico. Mesa de la Palabra y Mesa de la Eucaristía.
Hoy la Palabra de Dios nos da un mensaje, a modo de alimento, que es precioso: llevamos el gran tesoro de la fe y del amor de Dios, en vasijas de barro. No podemos olvidar que somos frágiles, que somos criaturas, hechura de barro, salidos de las manos de Dios. Somos barro y nos rompemos fácilmente, pecamos fácilmente. Somos de barro. Pero si estamos unidos a Él, si ese barro está bien cocido en el fuego del amor de Dios, recibimos una fuerza extraordinaria y Él hace maravillas a través de nosotros.
Y nos recuerda también que somos sal de la tierra y luz del mundo. La sal da sabor. Cuando la sal se vuelva sosa, ¿quién la salará? Y hay muchos cristianos sosos. Somos sosos cuando no vivimos la fuerza del Evangelio, y entonces el cristiano no da sabor, no da esperanza. Y la luz ilumina, aunque sea una velita pequeña. Pero en plena noche una velita ilumina y evita que tropecemos. Eso somos los cristianos, los que dan luz. Unidos al Señor esa luz permanece y se hace fuerte. Pidamos al Señor que nos conceda apoyarnos más en Él para poder ser santos, para poder ser sal de la tierra y luz del mundo a pesar de nuestra fragilidad.

Celebramos también el quince aniversario de la muerte de Don Giussani y el treinta y ocho aniversario del reconocimiento pontificio de la Fraternidad. Y me preguntaba, si estuviese aquí Don Giussani ¿qué os diría? Parece ciencia ficción, pero cuando uno lee su vida y su pensamiento podemos pensar que os diría:

1. Que es importantísimo estar en comunión con la Iglesia
Y la Iglesia no es la que está allá en Roma, es la que está aquí, en Barcelona, en la diócesis, la Iglesia diocesana que somos todos, unidos al Papa y a través de él a Jesucristo. Dicho en palabras de san Ignacio de Loyola: «sentire cum Ecclesia», sentir con la Iglesia, tener los mismos sentimientos de la Iglesia, estar unidos por un sentimiento profundo.
Para don Giussani era importantísimo que la Iglesia reconociera al movimiento de Comunión y Liberación. Era muy consciente de que el reconocimiento implicaba la tranquilidad de saberse dentro de la Iglesia, remando en la misma dirección que ella. Durante mucho tiempo don Giussani se encontraba con el Cardenal Joseph Ratzinger para asegurarse de que todo lo que hacía y decía el movimiento estaba dentro del sentir de la Iglesia.
No dejéis de estar siempre en comunión de afecto y de pensamiento con la Iglesia, con el Magisterio de la Iglesia, con el Papa: «Dulce Cristo en la tierra», como le gustaba llamar al Papa a Santa Catalina de Siena.

2. Optar vitalmente por vivir con Cristo, y Cristo crucificado
San Pablo lo expresaba en esa hermosa expresión: «No soy yo, es Cristo quien vive en mí. Y vivo en la fe del Hijo de Dios que me amó y se entregó por mí».
¿Tenemos en el centro de nuestra vida esta mirada a Cristo crucificado? No tanto el Cristo glorificado o el Cristo de los milagros, sino el Cristo de la cruz, el Cristo del amor. No el Cristo del dolor sino el Cristo del amor. Y el amor siempre comporta una parte de dolor porque es entrega de sí mismo al otro. Yo amo a Cristo, y eso a veces comporta dolor pero es amor, ese dolor lo vivo con amor, me duele pero amo. Esto es un cristiano.
Sabéis que probablemente el libro más importante de don Giussani es El sentido religioso. Don Giussani era consciente de que, en la Italia de los años 50 todo el mundo se declaraba católico, pero muchos lo hacían superficialmente, lo vivían más como una cuestión social y punto. Se dio cuenta de que podemos tener la respuesta, Cristo, pero si antes no se han despertado las grandes preguntas en el hombre, el anuncio del Evangelio puede caer en saco roto. En El sentido religioso, don Giussani expone las grandes preguntas que todo hombre lleva en su corazón: el deseo de conocer, de amor, de justicia, de verdad... Solo cuando el hombre sea consciente de las preguntas irrenunciables que constituyen su ser, podrá Cristo presentarse como la respuesta más adecuada a tales cuestiones.
Buscad en Cristo, en su Palabra y en su escucha, las respuestas a las preguntas que todos nos hacemos desde el fondo del corazón. No tengas miedo de formularte esas preguntas y de buscar adecuadamente las respuestas. Cristo es el Camino –no un camino–, el Camino, la Verdad y la Vida.

3. Formarse y educar el corazón
Don Giussani daba mucha importancia a la educación, a ayudar a los jóvenes a descubrir su auténtica naturaleza, a no conformarse con la ideología del momento y a ser críticos, valorando con su corazón todo lo que les fuera propuesto. El corazón, tal como Dios lo ha creado, es el mejor criterio de discernimiento que tiene el hombre para descubrir el sentido y el camino de su vida. No se trata del corazón sentimental y ñoño, sino del corazón atravesado por la razón, por la capacidad que Dios le ha dado de conocer y determinarse hacia su destino. De ahí su interés por la cultura en general, el arte, la música, la literatura... toda la historia es el lugar donde el hombre expresa su pregunta y Cristo viene a responderla.
Cuidad mucho la formación humana y cristiana. De esta manera podréis dar razón de vuestra fe al mundo de hoy, que muchas veces camina en tinieblas; que muchas veces camina como ovejas sin pastor. Pero también os pido que cuidéis mucho la formación del corazón.

4. Importancia de la comunidad
Vivimos en una sociedad que padece mucho de la soledad, del aislamiento, del encerrarse en sí mismo. Y, paradójicamente, más que nunca necesitamos de los demás, necesitamos la compañía, necesitamos ser escuchados, amados, acompañados.
La comunidad es el lugar a través del cual el Señor se manifiesta, a través de los rostros de los amigos, a través de lo que sucede, a través de la autoridad. Don Giussani decía que la amistad es una compañía guiada al destino. No podemos llegar solos a la felicidad que deseamos; necesitamos ser acompañados constantemente. Ese es el objetivo del movimiento Comunión y Liberación. Comunión que es comunidad, gozar de una compañía que transparente el rostro de Cristo en medio de nosotros. La comunidad solo se da cuando uno ve en el hermano el rostro del Señor. Por encima de las deficiencias, por encima de las dificultades.
Que seáis testigos de esa presencia de Dios entre vosotros. «Mirad cómo se aman», decían de los primeros cristianos. ¿Lo pueden decir de nosotros? Que viváis unidos. Y la unión comporta dos cosas, entre otras. Una es saber escuchar, no solo lo que dice el otro, también lo que no dice: ¿qué quiere el otro?, ¿qué necesita? Hay que perder tiempo en escuchar. Y la otra es saber perdonar. Solo se construye comunidad cuando hay perdón: te perdono y te pido perdón. Cuando existen el perdón y la escucha, crece la comunidad y podemos hacernos testigos del amor de Dios.
Que seáis testigos de comunidad en medio de la soledad y del individualismo de nuestro mundo.