¿Quién podrá expresarle nuestra gratitud?

Con motivo de la campaña “Manos a la Obra” de CESAL, seis coros madrileños decidieron actuar juntos en Fuenlabrada. Lo que allí sucedió mostraba el fruto de la gratitud y de una amistad que Otro sostiene

El domingo de Gaudete, seis coros madrileños se dieron cita en la parroquia San Juan Bautista en Fuenlabrada, encomendada a los sacerdotes de la Fraternidad San Carlos Borromeo, para celebrar esa alegría por la venida de nuestro Salvador.
La pregunta que daba título al concierto resuena todavía en los corazones de todos los que estuvimos allí, y es que lo que sucedió ese domingo en Fuenlabrada no habla de grandes voces ni de grandes directores (que los había), sino de una amistad, una amistad sostenida por Otro y puesta enteramente a su servicio.

Que el Misterio se haya hecho carne, que siga presente como el primer día, puede ser quizás algo difícil de entender para quien no lo experimenta cada día. Sin embargo, la alegría, ¡más aún, el gozo! que se transparentaba en los rostros de la gente sencilla de Fuenlabrada, de los amigos que se habían movido hasta allí para escucharnos y en los corazones de todos los que cantamos no fue algo abstracto ni complicado. La verdadera alegría no podemos fabricarla ni producirla nosotros, tiene un nombre propio, y ese domingo vibraba con fuerza.

He estado en muchos conciertos, de música clásica, zarzuela, ópera, canto coral… y es verdad que la música, y más aún el canto, es siempre algo bellísimo («la expresión más alta del corazón humano», como decía don Giussani), algo que nos toca y con lo que disfrutamos. Pero hay «una Belleza que solo Cristo genera y que conmueve hasta lo más profundo del corazón» porque habla de una promesa cumplida, de un pueblo que espera con sana urgencia a Aquel que coincide con su deseo más grande.

El loco proyecto, pues no es fácil juntar a cien coristas no profesionales en una parroquia de la periferia de Madrid, fue ideado en las mentes de Michele y Tommaso, amigos desde siempre y apasionados ambos por el canto y la música. En ellos se hace carne para mí esa amistad sostenida por Otro y la alegría sincera por la venida del Señor. Seguir a Michele mientras dirigía nos cambió el corazón hasta el punto de hacerlo «todo nuevo», porque su cara y sus gestos testimoniaban que hay una razón para estar alegres, que Él vuelve a nacer, el Rey del mundo se ha hecho hombre para salvarnos.

Ese domingo me sorprendí a mí misma recibiendo a los coristas de los otros coros que venían a cantar con nosotros como recibo a mis amigos en mi propia casa. Y es que verdaderamente la parroquia se ha convertido en mi casa y, a través de ella, la Iglesia se ha convertido en mi familia.
Kenia, Madrid