'He apostado por la libertad'. Los frutos de un sí a una amistad

El pasado 19 de septiembre se presentó en Barcelona el libro-entrevista del cardenal Angelo Scola con el periodista italiano Luigi Geninazzi
Giorgio Chevallard

Gracias a la amistad y disponibilidad del periodista Luigi Geninazzi, autor del libro-entrevista con el cardenal Scola titulado He apostado por la libertad, y de Mn. Manel Valls pudimos celebrar la presentación en el Aula Sant Jordi del Seminario de Barcelona, gracias a la colaboración de Miguel Ramón Fuentes y de l’Ateneu Universitari Sant Pacià, con la presencia de más de 30 personas.

Después de una breve introducción de Geninazzi sobre el origen del libro, que nació de una sugerencia de Angelo Scola por la vieja amistad que les unía, el encuentro se desarrolló con un formato de preguntas y respuestas. Mn. Valls insistió en la decisiva influencia del encuentro y de la persona de Luigi Giussani en la vida y vocación del cardenal. El genio educativo de don Giussani fascinó al joven Scola y la relación entre ellos mostró cómo el principio de autoridad bien entendido no está en contra de la libertad, sino al contrario, la exalta. Y cómo ese método educativo –partir de la experiencia y no de un discurso dialectico– impregnó toda la vida y el apostolado de Scola. Recordó cuán importante fue su época como presidente del Instituto Juan Pablo II, mencionando su libro El misterio nupcial y subrayando la íntima unión del sacramento del Matrimonio con la Eucaristía, pues en ambos se ofrece todo, incluido el cuerpo. Recordó cómo su labor de obispo en Grosseto, Venecia, Milán no fue nunca el desarrollo de un “proyecto” de CL. Pero el método sí siguió ese camino, con un gran realismo y apertura a todo y con todos: instituciones, políticos, realidades culturales y sociales… pues cuando un obispo ejerce su magisterio habla a todos.

Geninazzi insistió en esta faceta del cardenal abierto al mundo, a la civis, buscando el diálogo con todos. Su gran capacidad no solo de análisis de las necesidades de la Iglesia y de la sociedad (el mestizaje, la amistad cívica), sino también de ofrecer intentos de respuesta a dichas necesidades. Entre los posibles ejemplos, citó el Instituto Marciano y Oasis, el centro de estudios fundado por él en Venecia dedicado a conocer mejor el islam y a favorecer el diálogo con y entre los propios musulmanes. Esta realidad surgió de un encuentro suyo en Damasco con obispos de rito oriental ya en los años 90. Subrayó cómo Scola no reduce el cristianismo a religión civil sin transcendencia ni misterio, ni tampoco al puro evangelio de la misericordia y la caridad para todos: verdad y caridad no se pueden separar. Su relación con los tres Papas quizás sea el mejor ejemplo de su profundo espíritu eclesial: desde Juan Pablo II, que le dio grandes responsabilidades educativas y lo nombró obispo, a Benedicto XVI, a quien desde hacía muchos años le unía una amistad personal y una idéntica visión de la Iglesia, desde los años de trabajo en común en la revista Communio (vividos también con De Lubac y Von Balthasar). Pero donde más se ve su sincero apego a la Iglesia es en la relación con el papa Francisco, cuyo estilo definió como «un saludable puñetazo en el estómago que el Espíritu Santo nos propuso para despertarnos». Él sigue al papa Francisco con una obediencia inteligente, pero dentro de su estilo, sin formalismos inútiles. En tiempos donde algunos se ponen en posición hipercrítica con el Papa (llegando a extremos de locura como acusarle de herejía) y otros lo exaltan como un Papa por fin popular y al lado de los pobres (ignorando magisterio y praxis de los papas anteriores y sobre todo olvidando la continuidad del camino de la Iglesia) su testimonio nos muestra qué significa ser católicos.