Peguerinos. Mira lo que sucede
Yo sabía que el campamento era un bien para mis hijos y sobrinos, y decidí ir con ellos. No tenía ninguna duda pero sí muchos temores porque el año pasado había sufrido mucho en una marcha y me daba pavor volver a hacer una parecida…Cristo se ha hecho presente, por las mañanas, cuando me levantaba legañosa y podía compartir con otros al aire libre la oración de laudes como primer gesto. Me permitía poner la mirada de agradecimiento en todo lo bello que miraba: las montañas, el cielo, los árboles, incluso alguna vaca.
Cristo se hace presente en los testimonios, especialmente admirable el testimonio de Lorenzo y Carlota. ¡Qué suerte reconocer que en medio de la soledad solo Dios te puede llenar el corazón!
También me sorprendió el cariño infinito con el que Lolo contestó a Alba cuando esta reconocía su soledad: «Alba, tu corazón está bien hecho. Mira lo que sucede».
Miraba lo que sucedía cuando nos arrancábamos a cantar con Maritere a la cabeza y Antonio a la guitarra.
Miraba lo que sucedía cuando hablaba con Toñi y me daba testimonio de su vida con una esperanza siempre puesta en el Señor, en cada una de las dificultades que ha tenido en su caminar.
Miraba lo que sucedía en los aplausos grandes y algarabías a las cocineras que nos han servido, ocupándose de las alergias y variadas especialidades de todos los campistas.
Miraba lo que sucedía en el gesto de la confesión de tantos chicos y su encuentro con el perdón de Cristo.
Miraba lo que sucedía en las conversaciones con los sacerdotes y su simpatía y humanidad.
Miraba lo que sucedía en las misas al aire libre.
Miraba lo que sucedía en los momentos con mis niños, en los que veía que, aunque al principio no les apetecía hablar de lo que sucede, poco a poco iban reconociendo la presencia de Jesús en esas amistades tan especiales.
Miraba lo que sucedía en las reuniones con los adultos al final del día, cuando algunos exponían su corazón y daban su testimonio. Nosotros también teníamos que vivir nuestro propio Peguerinos.
Miraba lo que sucedía cuando Jorge, el cocinero, se paseaba por las mesas y con su mirada parecía adivinar el gozo que nos producían las comidas que preparaba.
Miraba lo que sucedía en el trato de José Manuel, el médico, con la infinidad de personas que hemos pasado a que nos atendiera.
Miraba lo que sucedía en Santiago, que con una agilidad envidiable subía la escalera y cada noche se ocupaba de cerrar la carpa.
Miraba lo que sucedía en Alejandra, que estaba pendiente de los gestos más difíciles.
Miraba lo que sucedía en Alba, que cantaba e interpretaba y nos divertía maravillosamente.
Miraba lo que sucedía en Irene y Miriam, que han acompañado a los niños de Valladolid con infinito cariño y paciencia.
Miraba lo que sucedía en las conversaciones en el comedor con adultos que me mostraron la experiencia de familias para la acogida o de otros campamentos como experiencia de bien y ayuda.
Miraba lo que sucedía en el padre Jesús, que se arrancó a bailar y a seguir nuestras indicaciones y disfrutar sin duda en la velada de fin de fiesta que preparamos.
Miraba lo que sucedía en la agilidad y coordinación de muchos desmontando la carpa y siguiendo atentamente las indicaciones.
Miraba lo que sucedía cuando llegamos a casa y antes de despedirnos cantamos y palmeamos When the Saints go marching in y Rock me, Mamma con la alegría de haber vivido cosas grandes, y quizás algunos sabíamos que era Dios el que nos llenaba de esta plenitud.
María, Valladolid