Job o la pregunta sobre el sufrimiento

Durante la primera semana de abril, el hall de la Facultad de Filosofía de la Universidad Complutense de Madrid alberga una exposición dedicada al libro de Job y la pregunta sobre el sufrimiento inocente.

Cuando intentamos recuperarnos del drama del pequeño Julen sepultado en un pozo, los periódicos nos vuelven a presentar la figura del niño Gabriel, “pescaíto”, trágicamente asesinado ahora hace un año. ¡Qué impotencia! ¿Cómo es posible qué sucedan estos hechos? ¿Por qué la muerte de dos inocentes? ¿Por qué a los padres de Julen, que ya habían perdido un niño antes? Se han investigado ambos sucesos y se han analizado sus causas. En un caso se conoce a la presunta asesina. En el otro, resulta evidente que el pozo no estaba tapado. Se buscan soluciones para que ambos dramas no vuelvan a suceder. ¿Basta esto para tapar nuestra pregunta y nuestro dolor?

Entre tantas preguntas acerca de las causas se abre paso una que suele tener poco espacio en nuestros medios pero que se impone en todos nosotros: ¿qué sentido tienen estas muertes y el sufrimiento que las acompaña? ¿Estamos en manos del azar y del mal? Nos da miedo formular en alto estas preguntas: nuestra sociedad las considera una patología “post-traumática”. ¿Es así? ¿No describen más bien lo genuino de nuestra naturaleza humana? ¿Por qué dar a luz a un desgraciado y vida a los que viven amargados? El grito de Job ha acompañado durante siglos la aventura humana en Occidente. En él la pregunta sobre el sufrimiento inocente se convierte en voz que se levanta para pedir cuentas a Dios: «Dame a conocer por qué te querellas contra mí. ¿Es que te agrada oprimirme, despreciar la obra de tus manos y favorecer los planes de los impíos?».

Ya Kirkegaard percibió la importancia del grito bíblico para el hombre moderno que exige un sentido: «¡Habla tú, pues, Job inolvidable, portavoz fiel y valiente de todos los afligidos! (…) ¡Tengo necesidad de ti, oh Job! Necesito un hombre que se lamente en voz tan alta que se le oiga en el cielo».
¿Tiene aún sentido buscar un significado, un porqué? ¿No es más lógico concluir que todo es fruto del azar y mirar para otro lado, gestionando el pequeño mundo que podemos controlar? La experiencia de dolor no puede eliminar esas otras experiencias en las que la realidad nos sonríe y se nos escapa ese «merece la pena vivir»: enamorarse, una amistad verdadera, un gesto de sacrificio hacia nosotros, la belleza de un paisaje o el gusto de la lectura. O la mera existencia imponente de la realidad y de nuestra misma vida: nos es dada, no la generamos nosotros. Estas experiencias “positivas” son las que nos empujan a gritar “¿por qué?” ante un dolor que parece contradecir el bien experimentado.

Durante la primera semana de abril, el hall de la Facultad de Filosofía de la Universidad Complutense de Madrid albergará una exposición dedicada al libro de Job y la pregunta sobre el sufrimiento inocente. Los textos, y el recorrido que describen, pretenden dar espacio a esa pregunta sobre el sufrimiento y el mal que no queremos censurar.

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