Un corazón sencillo

Un fin de semana lleno de planes que desbordan las previsiones y a veces incomodan. Luego, la sorpresa del cristianismo, sucediendo en la sencillez de un padre

Quería contaros el regalo que hemos tenido este fin de semana. Por un lado, con los amigos de Zaragoza. Habíamos quedado con ellos el sábado para pasar el día juntos y despedir a Álex y Marta que se vuelven a Barcelona a vivir. El plan era una excursión y luego Escuela de comunidad. La excursión fue un desastre total, no lo habíamos preparado con el suficiente detalle, estábamos dispersos, no conocíamos el camino... Por la tarde, antes de la Escuela cantamos Che siano una sola cosa (Que sean una sola cosa) porque todos habíamos experimentado esta falta de unidad y le pedimos al Señor que Él nos la concediera. La Escuela fue preciosa en testimonios, continuación del camino que estamos haciendo, que no nos basta saber qué es el cristianismo, que necesitamos “tocar al Señor” y así fue.

Me conmovió especialmente el sencillo testimonio de mi padre (mis padres se habían apuntado también al plan desde Madrid). Mi padre es analfabeto en el sentido técnico de la palabra, no sabe leer ni escribir, pero nos regaló un resumen precioso del día y de la unidad que él percibía en nosotros más allá del caos mañanero. Me acordé de lo que siempre dice Julián, que el cristianismo no es una cosa para los “sabios” sino para los sencillos de corazón. Yo esa tarde le pedí al Señor un corazón sencillo como el de mi padre.

El domingo fuimos a la caritativa a celebrar la Navidad. Chus había invitado a todos sus alumnos y yo a todo el que se había puesto a tiro. Al final, fuimos un grupo de unos 25 formado por: mis padres, hijos, vecinos, compañeros de trabajo, amigos de toda la vida de aquí, amigos de del cole de mi hija (ella también había invitado) y alumnos de Chus de la ESO. Cuando empezaron a aparecer, me quise meter debajo del coche y no salir de allí en un par de horas; me pregunté: ¿qué hacemos con esta mezcla de gente? Le volví a pedir al Señor la unidad que había visto el sábado y pasamos una tarde preciosa. Llegué a casa y me puse a rezar para dar gracias a Dios por el día.

Decía Nacho en el retiro de Adviento que es necesario “sorprender” el cristianismo en nuestra vida, sin duda que en estos días así ha sido.
Cristina, Soria