La sorpresa de la Navidad, victoria contra los miedos
«La iniciativa audaz que Dios ha tomado con María nos alcanza también en esta Navidad, renovando el anuncio de una novedad radical». El artículo del presidente de la Fraternidad de CL en El Mundo el 29 diciembreLa inseguridad existencial con la que tan frecuentemente tiene que hacer cuentas el hombre de hoy le hace caer en el miedo. ¡Cuántas situaciones hay que no puede controlar con sus fuerzas! Lo mismo sucedió en tiempos del profeta Isaías: ante la inminencia de una guerra, la casa de Judá trata de asegurarse la alianza con una potencia extranjera, los asirios. Ante el miedo, la tentación es siempre la misma: confiarse al poder, al más fuerte, para que nos libere del estado de inseguridad en el que nos hallamos. Pero las cuentas no salen, y el miedo no desaparece.
Llegados a este punto, Dios toma la iniciativa y se dirige a Acaz, rey de Judá, a través del profeta Isaías, para indicarle que ese no es el único camino, que existe otro más seguro: confiarse al único «poder» capaz de llegar hasta la raíz del miedo y derrotarlo (cf. Is 7,10-14). Este camino que nosotros consideraríamos una abstracción se vuelve el más realista de todos. El pueblo de Israel lo ha verificado una y otra vez en su historia.
Dios no proclama simplemente que tiene pasión por el destino del hombre: Él interviene en la historia. Lo hace tomando iniciativas que pueden incluso trastocar situaciones que parecerían ya definidas. Como en el caso de una joven mujer, María, prometida con José, un hombre de la casa de David (cf. Lc 1,26-38). Podría percibirse como una interferencia indebida de Dios, que hace saltar por los aires los planes de dos prometidos: en realidad es la iniciativa que todo hombre, consciente o inconscientemente, espera, empezando por María: «¡Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo!». ¿Quién no desearía verse invadido por esta mirada llena de ternura? Es como si, en el anuncio del ángel, Dios le hubiese dicho: «Solo una presencia puede responder a todo el miedo del mundo y a toda la inseguridad de los hombres. Te lo muestro primero a ti, hago suceder en ti esta presencia, ¡la hago vibrar dentro de ti para que pueda llegar a todos! Concebirás y darás a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús».
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