CESAL. Un momento esperado

Una noche sin dormir por los nervios de la preparación, un día que amanece con un tiempo desapacible… y al llegar todo cambia nada más ver el rostro de un grupo de amigos que se pone manos a la obra. Crónica de la octava castañada solidaria en Móstoles

El domingo 16 de diciembre organizamos en Móstoles la octava Castañada Solidaria a favor de los proyectos de CESAL. El punto de partida fue cuando unos amigos nos juntamos para preguntarnos por qué hacer este acto, sin dar por supuesto que había que repetir otro año más. Es el momento de ponernos en marcha con otros para secundar esta propuesta. Me quedo de esa tarde lo que expresaba un amigo cuando decía que su hija en casa ya preguntaba cuándo hacíamos este año “lo de las castañas” porque ponía de manifiesto que ella ya lo esperaba. Y a partir de ahí, cada uno de nosotros tenía sus tareas “asignadas” y nos pusimos en camino.

Este año, para seguir la campaña "Bajo el mismo cielo", lo que más necesitaba era experimentar si sucedía lo que Julián Carrón nos proponía en su última Escuela de Comunidad. «Estos gestos son, ante todo, un desafío para nuestra verificación, porque ponen a prueba si ponernos en movimiento para realizarlos nace de una experiencia de gratitud, de una plenitud que nos urge comunicar –siendo libres, por tanto, del resultado–, o bien nace de una carencia que nos lleva a necesitar siempre nuevos “proyectos” para “tener la sensación de que existimos”, como decía don Giussani».

La noche del sábado al domingo fue una noche inquieta, en la que pude dormir poco por los nervios de la castañada. Sin embargo, todo cambió cuando llegué por la mañana a la parroquia y allí estaban algunos amigos (José Luis, Lucas, Luis…) y empezamos el día rezando un Ángelus con nuestro párroco. Y precisamente, el día en lo meteorológico no acompañaba mucho.

En la jornada sucedieron hechos que te cambian, que introducen una novedad inesperada. En este caso, cuento dos. El primero, una chica que recién convertida nos contaba cómo había cambiado su vida a través de una pregunta de su hija de seis años y del encuentro con un sacerdote y unos amigos de otra comunidad del movimiento. Allí venía a acompañarnos en la castañada. Y también cómo iban viniendo unos amigos tras otros para estar en las mesas de CESAL y vender castañas.

A la salida de una de las misas, la madre de una niña de catequesis me dice que se habían levantado ese domingo desapacible con la propuesta de su hija diciendo que había que ir a la castañada y allí me contaba la madre cómo se había alejado de la fe, y yo tenía delante, por tanto, muy fácil, sin necesidad de grandes discursos, lo que le podía proponer para volver a la Iglesia.

La jornada la terminamos comiendo juntos en casa de unos amigos, y reconociendo que la castañada es un momento esperado en la parroquia en la que la organizamos, y que para nosotros es un gran bien porque lo que sucedió superó todas las expectativas y te hace reconocer que el Señor siempre da bastante más en la realidad de lo que tú eres capaz de calcular.
Carlos, Móstoles (Madrid)