Y yo… ¿a qué estoy llamado en mi trabajo?
Parecía un compromiso más que un plan apetecible. La sorpresa de cómo te puede interpelar un documental: Al principio no era así, de Lucía Garijo, sobre la teología del cuerpo de Juan Pablo IIHace poco, un amigo me invitó a ver el documental Al principio no era así, dirigido por Lucía Garijo. El documental, fundamentado sobre la teología del cuerpo de san Juan Pablo II, se proyectó un domingo a las 20h de la tarde en la parroquia de Yago, en el Masnou (Barcelona), a 40 minutos en coche de donde vivo. De entrada, no era un plan al que me habría apetecido ir, pero mi amigo me dijo que valía la pena: fui a verlo y fue una bonita sorpresa para mí.
En la sala estábamos los espectadores, Yago, Lucía y algunos compañeros de esta chica que habían venido con ella desde Valencia. Lucía, la directora del documental, hizo una breve introducción: nos dijo que el valor de este momento no residía tanto en la proyección de la película sino que la gracia de lo que nos proponía era que después de ver el documental se generase un diálogo con el público, de modo que pudiéramos contrastar lo que habríamos visto con nuestra propia vida.
Vimos el documental. Media hora intensa que requiere atención constante para no perder el hilo y va al grano de lo que quiere transmitir. La película parte de la experiencia humana y las vivencias y preguntas íntimas que las personas de hoy en día vivimos –muchas veces en soledad–. Plantea cuestiones que, si uno mira dentro de sí mismo, percibe como propias y verdaderas. El documental desprende honestidad, realismo y seriedad con la propia experiencia humana, de tal modo que, fácilmente, uno puede verse retratado en lo que se está explicando.
Si el acto hubiera acabado después de la proyección, ya hubiera vuelto contento a casa. Pero Lucía se puso ante el público y, poco a poco, con las preguntas que fue lanzándonos, fuimos desgranando un poco más la película y haciéndola más nuestra, aproximándola aún más a la experiencia propia. De hecho, nos ayudaron a ello las personas que acompañaron a Lucía porque nos dieron testimonio de su vida, poniendo a nuestros pies también su dolor y heridas, ante un grupo de desconocidos para que pudiéramos ver en persona, en carne y hueso, aquello que contaba el documental y cómo la vida crece cuando uno descubre que sigue siendo acompañado y amado aun con todas sus limitaciones, defectos, miserias…
Para mí fue un regalo asistir y descubrir que a través del documental, de la creatividad y el diálogo de Lucía se transmite un mensaje tan potente y que tanto necesita el mundo. Me ha ayudado también a volver a caer en la cuenta de aquello a lo que estoy llamado en mi trabajo y que hace que mi profesión me resulte tan atractiva.
Albert Escuder, Barcelona