Faraway land: la odisea de relatar las periferias
Después del documental sobre Fran González, el “Ruedas”, un grupo de amigos decide seguir una invitación que les lleva a salir de sus fronteras: la aventura de ir a Grecia a conocer las historias de los refugiadosCon nuestro anterior documental, Rodando al Destino, descubrimos lo bonito que podía ser realizar una película sobre una realidad concreta que manifestara cómo una vida puede cambiar al ser mirada y tratada de un determinado modo, por eso grabamos un documental sobre la vida de Fran González, el “Ruedas”. Así que cuando nuestra amiga Beatriz nos propuso la aventura de ir a Grecia a conocer historias de refugiados, lo vimos enseguida como una oportunidad en la misma línea. Además, se trataba de un fenómeno de máxima actualidad del que apenas conocíamos nada más allá de algunas noticias o titulares que leíamos de reojo en los medios.
Pero… ¿por qué precisamente allí? Sencillamente porque Beatriz había estado un año antes como voluntaria independiente en un campo de refugiados. Al volver a España nos contó que se había quedado muy impactada y que había conocido un montón de historias que pedían ser contadas al mundo. Historias de solidaridad, de gratuidad. De amor. Si bien es cierto que las historias más “impactantes” las hubiéramos encontrado en los campos de refugiados (donde las condiciones pueden llegar a ser realmente precarias), decidimos rodar el documental en la ciudad de Atenas por dos razones. En primer lugar, por ser un contexto mucho más cercano al nuestro, puesto que es una capital europea; en segundo lugar, para encontrar a refugiados que vivieran en unas condiciones también mucho más cercanas a las nuestras. Todos nuestros protagonistas, después de haber pasado la odisea marítima y una estancia en los campos de las islas de Lesbos, Khios o Samos, estaban en ese momento viviendo en pisos. Además, en cuanto a la logística y teniendo en cuenta el poco tiempo del que disponíamos, rodar en ciudad era mucho más seguro y más factible, ya que el mundo de los campos de refugiados se ha vuelto muy reacio a todos los medios de comunicación. Así pues, nos interesaba encontrar una perspectiva algo “original” respecto a otros documentales sobre la crisis de los refugiados; encontrar a migrantes que, aparentemente, estén más o menos “bien”, y descubrir, sin embargo, que el sufrimiento que acarrean sigue estando presente y que necesitan, igual que todos nosotros, ser acompañados en esta nueva etapa de su vida.
Personalmente me llevo varias cosas de esta experiencia. Por un lado, haber conocido de primera mano una realidad tan mediática como desconocida. En general, todos sabemos “como dato” qué es lo que hay, pero no nos hacemos a la idea de lo que es en verdad. Este acercamiento en primera persona me ha ayudado a ser más consciente y a prestar, ahora, mucha más atención a este problema tan grave. En segundo lugar, me llevo nuevas amistades muy especiales. De voluntarios y, sobre todo, de refugiados, con quien poco podía pensar que iba a encontrar tantas similitudes conmigo mismo. Por ellos me he sentido querido y, sobre todo, he experimentado la belleza del agradecimiento que nos tenían por cualquier pequeño gesto de cariño. Hemos pasado ratos charlando, riendo, cantando, como con cualquier otro amigo de aquí. Lo que me llevo de este proyecto no termina en lo que me llevé del rodaje; de hecho, a raíz de hacer algunos pases de la película en Madrid y Barcelona han nacido nuevas amistades con personas sensibles hacia este asunto, y también con otros refugiados que están en España. Así pues, estoy agradecido de que la película haya sobrepasado la pantalla y haya cambiado, de un modo tan desapercibido, algo de nuestro día a día.
Por último, sí quería retomar, en línea con lo escrito más arriba, lo que me ha conmovido de haber trabado amistad con estas personas: árabes, musulmanes (más o menos practicantes), aparentemente tan distintos. He descubierto en ellos la misma necesidad de ser querido, acariciado y acompañado que vivo yo todos los días. La misma angustia que siento yo los días en que me parece que no he “aprovechado el tiempo” o no he hecho nada de provecho, o los días en que quizás me siento más solo o menos útil para el mundo. En definitiva, he descubierto que son personas con la misma necesidad que tengo yo, pero con unas circunstancias mucho más agravantes. Necesidad de ser querido gratuitamente y de ser salvado.
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