Basta la sencillez de decir «sí» ¡Amigo mío!

Cuando conocer a una hombre con síndrome de Down te hace darte cuenta de que la vida está para amar y para darse.

Te escribo porque los amigos están para testimoniarse lo que hace el Señor en sus vidas... y ¡hoy ha sido uno de esos días en los que Él ha actuado con potencia!

Hoy hemos ido unos cuantos amigos a un pueblecito de la Cataluña profunda a visitar un monasterio y conocer a unas personas de una cooperativa con discapacidades mentales. Me ha sorprendido muchísimo uno en concreto, Jordi, con síndrome de Down (tendría unos 50 años). El caso es que le hemos preguntado quién era y lo primero que nos ha contado ha sido: «Soy Jordi, mi madre está en el cielo». Nos hemos quedado un poco a cuadros, y le hemos seguido preguntando por su familia. Y nos dice: «mi padre y mi hermano también están en el cielo». ¡Qué sencillez! Le hemos preguntado si les echaba de menos y nos dice «sí», sonriendo. Y después le hemos preguntado si se encontraba bien en la cooperativa, y nos ha vuelto a decir «sí», sonriendo aún más, con muchísima sencillez.

Puede parecer un ejemplo absurdo, pero me ha dejado completamente descolocado. Este hombre de cincuenta años habrá vivido mil cosas, y nos podría haber contado cualquier tontería nada más presentarse. Pero precisamente por su sencillez, desde el principio nos ha hablado de lo que mueve su corazón y su afecto: son su madre, su padre y su hermano, que están en el cielo y a los que echa de menos. ¡Me ha hecho darme cuenta de que yo muchas veces me pierdo en mis proyectos y en mis cosas absurdas, y me olvido de que lo que realmente me mueve es el amor! En mi lecho de muerte (por decirlo radicalmente) no me voy a acordar de mis proyectos y preocupaciones absurdas, sino de los afectos y amores de mi vida.

Todo esto me hace darme cuenta con urgencia de que, más que nunca, la vida está para amar y para darse. ¡Tengo una gran necesidad de no encerrarme en mí mismo y en mis tonterías, la vida me urge! Y el deseo se multiplica con mi novia, pues quiero quererla bien y no perderme en cosas que no son tan importantes.

Agradezco mucho ver al Señor actuar así en mí. Los días en Barcelona estaban siendo intensos y bonitos, pero Le echaba de menos, necesitaba que se mostrara con potencia. En el trabajo estoy un poco desmotivado y necesitado de retomar el gusto por lo que hago, y me sorprendo a punto de empezar una nueva semana con una gran petición al respecto. ¡Qué grande es el Señor! Y qué ganas tengo de que se cumpla en mi vida la vocación que Él tiene pensada para mí.

Miguel, Barcelona