El Cardenal Rouco lamenta que “que se pueda afirmar públicamente que un malformado es mejor que muera a que viva”

Elena Cabrera

El Cardenal Arzobispo de Madrid, Antonio Mª Rouco Varela, presidió ayer en la parroquia Asunción de Nuestra Señora una Eucaristía en el IX aniversario del fallecimiento de Luigi Giussani, fundador del movimiento Comunión y Liberación (CL), y del XXXII aniversario de la Fraternidad de CL. Estuvo concelebrada por el responsable del movimiento en España, Ignacio Carbajosa, el Rector de la Universidad San Dámaso, Javier Prades, así como por vicarios y delegados episcopales de la diócesis.
En su homilía, el Cardenal mostró su alegría por celebrar la Eucaristía en memoria del fundador de Comunión y Liberación y recordó que en los años 50, época de don Giussani, “la sensación de que Europa, su cultura, sus pueblos –habiendo salido de la segunda guerra mundial- no acababa de encontrar el reconocimiento de lo que es el hombre y, menos aún, de la dignidad de la persona humana”. Así, señaló que a aquellos jóvenes de la década de los cincuenta les preocupaba “recuperar la dignidad y saber lo que es el hombre, también en la Iglesia, entre los jóvenes católicos”.
Eso ocurría en Europa, pero también en España. “La gran cuestión era qué es el hombre y cómo se resuelven los grandes problemas del hombre de nuestro tiempo, en qué consiste la dignidad”. A su juicio, se daban tres respuestas: el marxismo –la que se encontraba don Giussani en un instituto de Milán-, la del relativismo -agnóstico y radical-, y, en tercer lugar, se iniciaba una respuesta más o menos cristiana que conectaba con la gran tradición del derecho natural y de la iglesia en Europa.
En este sentido, con la idea de que “un mundo mejor” sólo se conseguía con “una respuesta cristiana”, el Cardenal destacó que “don Giussani inició un camino verdaderamente cristiano para dar esa respuesta”. Y añadió: “un hombre que busca su dignidad, su salvación y verdadermente un mundo mejor. La respuesta: Cristo y su misterio de salvación”.
Afirmó que “el signo de Dios es el que explica qué es la vida” y eso era la propuesta que hacía don Giussani. Así, hoy, “tendríamos que decir: “Acerquémonos a los hombres de nuestro tiempo, que han perdido en gran medida la conciencia de su dignidad y de su vocación de ser hombres”.
El Cardenal lamentó que “cada vez perdemos más” poniendo al hombre en el centro. “La discusión sobre el aborto es realmente dramática”, dijo, porque “que se pueda afirmar públicamente que un malformado es mejor que muera a que viva” nos coloca en el tiempo del nacionalsocialismo. Por ello, pidió que “hagamos leal y convenientemente el signo de los signos que es la Iglesia” porque “los hombres necesitan que se les muestre luz”.
Finalmente, pidió que en esta “Eucaristía seamos portadores del signo de Cristo, de la cruz gloriosa” y con ella defender “la vocación para vivir dignamente y para morir dignamente” porque “la forma de conocer una sociedad es como trata ésta a los mayores, reconociendo su dignidad, a pesar de su enorme pobreza exterior es una sociedad que ha entendido lo que vale la cruz de Cristo”. Y concluyó pidiendo a la Virgen “que nos ayude a reconocer el verdadero signo que es su Hijo”.
Por su parte, el responsable de Comunión y Liberación en España, Ignacio Carbajosa, dirigió al comienzo de la celebración unas palabras a los asistentes, donde recordó la “fiebre de vida” que propagaba don Giussani, que pasaba por el “deseo de comunicar”. Así, recordó la audiencia que el Santo Padre concedió hace cuatro meses a Julián Carrón, actual responsable del movimiento, donde mostraba su preocupación por que “cada uno, sea cual sea su situación, pueda ser alcanzado por el anuncio cristiano”. Y concluyó subrayando que la Eucaristía se ofrecía para “renovar nuestro deseo de ofrecer nuestra vida como una ofrenda a Dios”.