El padre Vito y Enrico Petrillo con el sacerdote Giuseppe Cassina en Fuenlabrada

«Nacemos para no morir nunca»

«Basta esperar, basta mendigar a este Dios que puede hacer luminosa hasta la circunstancia más incomprensible». La santidad al alcance de la mano en la historia de Chiara Corbella
Beatriz Mel y Javier Mercadé

El pasado mes de noviembre invitamos a pasar unos días en España a Enrico Petrillo, marido de la sierva de Dios Chiara Corbella, y al padre Vito D’Amato, fraile franciscano y director espiritual de este joven matrimonio italiano.

En los últimos años, por diferentes motivos, había llegado a nuestras manos el libro Nacemos para no morir nunca (Palabra, 2019), que recoge la extraordinaria vida de Chiara Corbella, esposa y madre de familia –fallecida en Roma en 2012, a la edad de 28 años– que actualmente se encuentra en proceso de beatificación. Desde el principio, muchos amigos quedamos profundamente impresionados por la provocadora historia de santidad de esta mujer de nuestro tiempo, que perdió a sus dos primeros hijos a los pocos minutos de nacer y que, posteriormente, murió de cáncer cuando su tercer hijo tenía apenas un año. El libro es un testimonio excepcional de la profunda entrega a Cristo y de la plenitud de vida que vivió este matrimonio en las circunstancias que tuvieron que afrontar.

El atractivo de su vida nos llevó a contactar con Enrico hace más de un año y medio, para invitarle a venir a nuestro país y compartir unos días con nosotros, y testimoniarnos cómo es posible vivir esta alegría en las diferentes situaciones de la vida. De este modo, el pasado jueves 14 de noviembre, Enrico y el padre Vito estuvieron en la parroquia de sant Vicenç de Sarrià (Barcelona) y, el sábado 16 de noviembre en la parroquia san Juan Bautista de Fuenlabrada (Madrid), con el objetivo de dar a conocer su historia a nuestros familiares, amigos, compañeros de trabajo. Tanto en Barcelona como en Madrid, nos sorprendió la masiva afluencia de gente –muchos de ellos desconocidos– que habían conocido la historia de Chiara y no quisieron perderse esta oportunidad. En total, unas mil quinientas personas pudieron asistir a los distintos testimonios que impartieron.



Ambos encuentros empezaron con una breve presentación de la historia de este matrimonio junto con un vídeo en el que la misma joven madre, pocas semanas antes de su muerte, relata cómo Dios había llevado su vida a plenitud de un modo insospechado.

Tras la proyección del vídeo, Enrico y el padre Vito, las dos personas más cercanas a la joven esposa, insistieron en que la vida de Chiara habla de un camino de santidad que es pertinente y posible para todos nosotros hoy. De hecho, escuchándolos podía uno darse cuenta de lo arraigada que está en nosotros la idea de la santidad como camino de perfección ética; como si se tratara de una mera gracia reservada para unos pocos y alejada en tiempo y espacio de nuestra vida cotidiana. Sin embargo, en ellos se vislumbraba que la santidad no es otra cosa que vivir la relación con Dios en cada instante.

Esta novedad acerca de la concepción de santo se hizo evidente en el relato de su noviazgo, también con la alusión a los numerosos momentos de crisis en la relación, periodos de duda e incomprensión que afrontaron ante el dolor y el sufrimiento que ambos tuvieron que vivir juntos, ante la muerte de sus hijos y la enfermedad de Chiara. Esta experiencia humanísima no hizo sino más patente que la santidad no está reñida con las preguntas, las dificultades o incluso el pecado, siempre que se vivan en el horizonte de la relación con Dios. De hecho, bastaba con observar cómo Enrico y el padre Vito disfrutaron de cada una de las cosas que hicieron esos días en Barcelona y Madrid: comer y beber, bromear... En ellos, cada gesto está traspasado por esta santidad cotidiana.



No obstante, podría albergarse la idea de que se trata de una historia “preciosa”, que la conciencia de Chiara y Enrico es deseable, pero que en el fondo esta forma de vivir no es posible para nosotros, que las situaciones difíciles o dolorosas que tenemos en nuestras vidas nos impiden vivir así. Pero el padre Vito insistió en la importancia de cambiar nuestros pero por un , puesto que la vida se transforma cuando se da espacio a que Dios actúe en la vida: no en la de otros, sino en nuestra propia vida tal y como esta se nos presenta. Basta esperar, basta mendigar a este Dios que puede hacer luminosa hasta la circunstancia más incomprensible para nosotros.

¿Qué mejor forma de empezar el Adviento podríamos esperar?